viernes, 11 de julio de 2008

Justo Santos: gloria y magia de La Mora Limpia (La Prensa)

El lunes 29 de septiembre, en el Cementerio Oriental de Managua se realizó un singular homenaje a Justo Santos, el compositor de La Mora Limpia. La Alcaldía de Managua, el Foro Nicaragüense de Cultura y la Camerata Bach, se unieron en un acto en el que se combinaron las palabras conmemorativas al gran compositor nicaragüense, y basta La Mora Limpia para inmortalizarlo, con la música que en su honor interpretó junto a su tumba la Camerata Bach.

El acto, además de la remembranza del hombre y la obra, consistió en la bendición del Mausoleo construido por la Municipalidad en el sitio donde descansa el compositor, el que fue ubicado gracias a los esfuerzos de Roberto Sánchez, el historiador y escritor a quien se debe la identificación de muchas de las tumbas olvidadas en que reposan destacadas figuras de la vida política, social y cultural del pasado.

Se trata, a no dudar, de un acto de justicia con Justo, con el artista que hizo posible la magia de una melodía de belleza singular, cuyas notas, más que ninguna otra canción, han tocado el alma sensitiva del pueblo, no sólo de Managua, sino de toda Nicaragua. En medio del conjunto de canciones bellas que hay en el universo de la música nicaragüense, La Mora Limpia resplandece como la suprema expresión de la belleza musical de nuestra tierra. Ella es para nosotros, como Alma Llanera para Venezuela o Guantanamera para Cuba.

La Mora Limpia ha sido integrada al corazón de Nicaragua y como ocurre con aquellas expresiones de la creación y sensibilidad humanas que entran a formar parte del paisaje, de los sonidos y colores de la naturaleza o de las pulsaciones en que se hace presente la vida de un pueblo, el nombre del autor pasa a un segundo plano o se olvida y la melodía se siente como patrimonio de la inspiración colectiva y como si hubiera existido siempre.

Con La Mora Limpia sucede algo parecido con lo que ocurre con los cantos de la Gritería de Alejandro Vega Matus: el pueblo los canta cada 7 de diciembre aunque no sepa quién es su autor, pues él se ha transformado no sólo en cantor sino en autor de los himnos que canta y en depositario de una tradición.

Esta es la magia de La Mora Limpia, la canción única que es de todos y no sólo del joven de 21 años que la compuso para participar en el concurso en homenaje al Centenario de Managua en 1946. La canción no ganó el concurso pero ganó para siempre el amor del pueblo al que cantó en la más suya de sus fiestas patronales, cuando se reunía en La Mora, que había que rozar y limpiar, para ver pasar la procesión de Santo Domingo.

Justo Santos murió de treinta y tres años, nació en Rivas en 1925 y murió en forma violenta en Managua del 7 de julio de 1958, víctima de un celador ebrio que le disparó su arma cuando regresaba en las horas de la madrugada de realizar su trabajo de guitarrista y cantor. Formó parte del Trío Los Pinoleros, muy conocido en los años 50, cuando dominaba la escena de los conjuntos de voces y guitarras de ejecutores de música nicaragüense, el Trío Monimbó, de Pepe Ramírez y Carlos y Erwin Krüger, este último compositor y poeta de La madrugada, Barrio de pescadores, y Palomita guasiruca.

Con el paso del tiempo, y mientras La Mora Limpia se establecía como Nicaragua hecha canción, poco a poco se iba olvidando el nombre del autor y el lugar de su tumba. Por eso el acto del lunes 29 de septiembre es más que un homenaje y una conmemoración, pues es un acto de justicia para recuperar el nombre casi olvidado del autor de la más inolvidable de las canciones de la música nicaragüense.

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